Estoy feliz, sorprendida, enojada, triste? No es posible escoger una emoción cuando ocurren tantas cosas en una sola noche. Ya han pasado casi tres semanas de cuidar puertas asegurándome de que entre la gente correcta. Con muchas capas de ropa para el frio, y en esta época de lluvia, he podido acompañar a mucha gente a través de estos tiempos difíciles. Muchos me han preguntado: “¿Qué haces aqui? ¡Vete a la casa a dormir! ¿No tienes nada mejor que hacer?” Pero bueno, alguien tiene que hacer el trabajo! Y si yo puedo hacer algo para ayudar a que no ocurran cosas malas y mantener a la gente segura durante la noche, lo haré. Algunas veces es aburrido estar en los mismos dos metros cuadrados durante 8 horas comprobando papeles y controlando la entrada, pero todas estas personas lo valen.
Un resumen de una noche puede ser algo así: llego al campo de refugiados a las 4:00pm y me dirigo a la entrada. Recibo buenas noticias de mi amigo de 12 años de Yemen, que me dice que le dieron el sello azul para ser transferido a Atenas. Por fin le darán a él y a su familia asilo después de 5 meses en el campo. Hay problemas con la electricidad. Escucho por el walkie talkie que hubo una pelea en alguna parte y que no puedo dejar a nadie entrar ni salir. Llegan buenas noticias acerca del niño que apuñalaron la otra noche, está recuperándose rápidamente. Más problemas con la electricidad. Llegan noticias terribles de un joven que murió en el campo. Mi amigo Afgano de 11 años me visita en la entrada. Llueve. Mi amiga Somalí me trae té. La gente se queja y pelea por los problemas eléctricos. Una mujer Afgana (me gusta decir que es mi mamá aquí) me trae una cobija y calienta mis manos frías con las suyas como lo haría una mamá colombiana. Un par de adolescentes me hacen quiz de persa, asegurándose de que no se me haya olvidado lo que aprendí la noche anterior. Mi amigo de 13 años que habla tanto inglés como yo hablo persa se sienta a mi lado y me cuenta de su día. Hay otra pelea.
Como pueden ver, pasan muchas cosas malas dentro del campo de refugiados.
Algunos dicen que es el infierno. Es muy normal escuchar a alguien decir “Este lugar no es bueno” por lo menos una vez cada día. Yo no sé de muchas de las cosas malas que ocurren. Lo que sí sé es que mientras algo malo está pasando en una parte del campo, en otra, hay redención. Puede que suene frio, ignorante o muy optimista, o que esté en negación, pero cuando yo veo el campamento veo a luchadores y sobrevivientes; veo esperanza y paz. Es increíble sentir algo así en un lugar como este; realmente es una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Veo a muchas familias que llegan al campo de refugiados, esperando un espacio para dormir esa noche. Mientras los voluntarios intentan crear más espacio en la carpa grande, donde parece imposible meter a una persona más, yo siento esperanza. Estoy feliz de que hayan sobrevivido este viaje tan duro para llegar hasta aquí, y me alegro por ellos. Si alguna vez vuelvo a cruzarme con ellos, me aseguraré de amarlos tanto y hacer lo posible por ayudarlos para que conozcan el amor de Dios. Estar aquí es una oportunidad muy muy buena para mostrar y explicar a Dios a través del servicio. Me ha encantado usar este tiempo para hacer nuevos amigos y mostrarles una compasión genuina.
Mi primer invierno…
Tengo que decir que lo más duro de estas tres semanas ha sido el frio. Tanto para mí como para el campo. He vivido las noches más frías de mi vida, y la falta de electricidad en el campo ha sido un problema grave porque la gente se está congelando en sus carpas. He intentado todo tipo de trucos para mantener calientitos mis pies, pero el frio punzante siempre llega a mis dedos. He intentado usar dos pares de medias. No funcionó. Escuché que eso te hace sudar, así que solo usé un par. Fue peor. Leí que ponerme bolsas plásticas en los pies me ayudaría a aislar el calor. No funcionó. Lo intenté con papel. Sirvió… hasta las 9pm. No he podido encontrar la manera de mantener calientes mis pies toda la noche que no implique comprar algo en Amazon. Pero he aprendido a ser fuerte y recordar cada noche que aunque no sienta mis pies, no voy a perder un dedo. Todo está bajo control. Hoy es el último día de una serie de turnos nocturnos. Estoy agradecida por cada segundo que he estado en el campo de refugiados y me emociona lo que viene.
“No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho. Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.” �
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